lunes, 2 de agosto de 2010

¿Qué puedes cambiar?


No hay lugar.
No hay sofá donde escurrir mi sudor.
Tampoco hay final.
La pesadilla retumba entre el desecho,
y mi mirada desvanece en vacío.
Soy un camino sin sentido y consentido,
que cree llegar a alguna parte,
quedándose a mitad entre ninguna parte y el olvido.
Odio la oscuridad y toda su osadía y opresión,
odio la luz porque siempre me engaña con espejismos.
Ellos me odian y yo desvanezco a parámetros desconocidos
donde el espíritu cambia la paloma por la rata.
La pared me enloquece y me hace eterno.
Cambia tus manos, las tuyas ya no valen.
Véndeselas a un vagabundo, él te comprenderá.

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